Antes de la introducción en España del sistema métrico decimal como unidad de medida de superficie (a medidos del siglo XVIII), mucho antes, Alfonso X El Sabio había tomado la vara o verga toledana como unidad de superficie, posteriormente Felipe II se apoyo en la vara burgalesa o castellana para medir su Imperio. Nuestra verga toledana equivale a 0,906 m., conservando su aureola de prestigio por su supuesta igualdad con el pie romano antiguo, que constituía el canon de guía universal, debido a la perfección que gozaban las unidades metrológicas romanas. Teniendo la misma medida que la Vara Valenciana y de Madrid. De ahí que teniendo su inicio y final en una localidad madrileña de los confines de la provincia y que discurre por la Sagra Toledana, haya tenido a bien utilizar el sistema de medida que ha buen seguro rigió por estos parajes durante siglos.
Desde Serranillos del Valle tomamos la Carrera Toledana o Antiguo Camino Real de Toledo dirección sur, para a la altura de Carranque, llegar hasta prácticamente a la plaza del pueblo y salir de esté por el llamado Camino Bajo de Carranque al Viso de San Juan, que sube y baja por los barrancos de los arroyos del Overa y del Lancaro. Desde El Viso de San Juan tomamos el Camino a Palomeque para una vez en ese pueblo comenzar el descenso hacia el río Guadarrama de Calatalifa, por el Camino del Soto, para enlazar con la vieja carretera que rodea la Fortaleza de Olmos o Walmus, de la que hoy solo queda un torreón (s. XIV) de época mucho más reciente de lo que fue fortaleza y almudaina arabe de Olmos, hoy despellejada por la arenera que esquilma día a día su restos y la moderna carretera que ha cortado literalmente el yacimiento, uno de los atropellos contra un yacimiento arqueológico de finales del siglo XX. Desde aquí salía un importante Camino Medieval o Carrera que unía Olmos con otra ciudad emergente que era Madrit>Madrid. Cruzamos el Guadarrama por el puente de la antigua carretera. Para cruzar la Calzadilla, denominada por los árabes BALAT HUMAYD y utilizada por Abd al-Rahman III (912-961) en su camino hacia Segovia, por el puerto de Tablada, rumbo a las Sierra del Dragón como era conocida la sierra de Guadarrama por los visigodos.
Comienza nuestro ascenso hacia Casarrubios del Monte utilizando el Camino de la Huerta o de las Rejas, que si nadie lo impide, en pocos años desaparecerá victima de ser arado y poco transitado. En ocasiones hay tramos donde el centro del camino tiene plantado viñas ¡¡¡ INCREIBLE !!!. Este proceso de adjudicación gratuita de la tierra y las lluvias del pasado invierno han generado un camino cubierto de arenales que hacen realizar un descomunal esfuerzo para transitar sobre él, ideal para entrenamientos africanos. Durante la Edad Media sería una importante vía de conexión entre Casarrubios y las comunidades que se asentaban a orillas del río. Llegamos a Casarrubios por donde discurría el Antiguo Camino Real de Extremadura, donde hacemos un descanso junto al monumento dedicado a sus encierros nocturnos.
Nos dirigimos al despoblado medieval de La Cabeza Musanda, donde actualmente se asienta una ganadería. Un camino arenoso de descenso del que hay que tener cuidado de no quedarnos clavados en uno de esos bancales de arena, dando honor al origen supuesto origen del hidrónimo Guadarrama, como Río de los Arenales. Continuamos hacia el río para cruzar de nuevo La Calzadilla desde donde tomamos el camino, invadido por la maleza, que nos conduce a la terraza que hay entre el río y el Parque Arqueológico. Los cardos grandes como árboles, del grosor de un brazo y de hojas con pinchos grandes con agujas de coser, flanquean el camino entre el Parque Arqueológico y el río Guadarrama. Al final de este Infierno sobre Ruedas se encuentra el puente que nos permitirá cruzar el río. Gigantes inmensos para las otras plantas, incluso para nosotros, ejerciendo con despotismo su altura y su potencia. Los gigantescos cardos, incapaces de conseguir el agua necesaria para su enorme envergadura, se han secado deprisa y sin remedio. Nunca respetan nada. Por donde van arrasan. Solo han dejado un pequeño sendero de una anchura poco más de la distancia que entre cada lado del manillar de mi velocípedo. Una vez en el interior de esta selva de pinchos, no hay forma de parar, hay que seguir el rastro del camino. El stress, el calor que nos golpea y calambres en los cuádriceps hacen que un corto recorrido se haga eterno. Al final de la senda vemos las grandes columnas del moderno puente sobre el Guadarrama, piernas y brazos ensangrentados tras superar a los gigantes. Tras cruzar el moderno puente, a pocos metros, hay una fuente marcada con el logo de la Ruta del Quixote, que con la que esta cayendo de calor supone un oasis en el desierto. Para iniciar el ascenso hacia Carranque por el barranco del Conmaleche, cuyos pinos nos protegen de los rayos del sol, al menos por unos kilómetros. Sorteamos partes del camino que no han sido recuperados de la vorágine de las aguas del barranco, teniendo que hacer cabriolas para continuar, pasando junto al molino de cubos romano, la antigua Carranque de Abajo, siguiendo el camino que forma parte de la prueba de atletismo conocida como la Gladiator por su dureza.
Desde Carranque se enlace de nuevo con la Carrera Toledana rumbo norte para acceder a Serranillos por su campo de fútbol.
Un itinerario que puede resultar fácil a simple vista, pero que días de mucho calor uno puede ser víctima de un golpe de calor como le paso a uno de los integrantes de la ruta.
Desde Carranque se enlace de nuevo con la Carrera Toledana rumbo norte para acceder a Serranillos por su campo de fútbol.
Un itinerario que puede resultar fácil a simple vista, pero que días de mucho calor uno puede ser víctima de un golpe de calor como le paso a uno de los integrantes de la ruta.
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